Fr. Juan reanuda su camino. Tras alcanzar los Yébenes se adentra en plena Mancha.Todo su paisaje es para el caminante imagen y memoria. No es verdad que la Mancha carezca de paisajes en el marco de su ilimitada llanura; aquí la atmósfera se adensa y aprieta los colores, y los amasa con la tierra en gamas increíbles, pero hay que saberlos ver. Cada cual coloca allí su propio paisaje, como Don Quijote. Juan de la Cruz va camino también de sus "ínsulas extrañas", las de las Américas inciertas a las que aún no sabia si habría de ir. Atrás se iban quedando ya quemadas en el recuerdo grandes etapas de su vida: Duruelo, Mancera, Pastrana, Alcalá, Ávila, Toledo... todos lugares de Castilla, su Tierra de Promisión. «¡Oh, qué buen vasallo si hubiera buen señor!».