Este monasterio carmelita de Caudete (Albacete) fue siempre pequeño en número de monjas pero con un magnífico espíritu y con ardientes deseos de su propia santificación, gastando siempre sus vidas en “obsequio de Jesuscristo” como dice el pórtico de su Regla o Norma de vida y bajo el tangible Patrocinio de quien veneran como Madre. Hermana. Reina y Hermosura, siempre para bien de sus hermanos los hombres.
En este libro-crónica ofrecemos, a grandes rasgos, la vida sencilla y fervorosa que vivieron un puñado de mujeres que abandonaron el mundo y abrazaron la vida religiosa del Carmelo para poder servir al Señor con mayor entrega y generosidad. Es lógico que en estos cien años vivieron días llenos de alegría, de fervor, de ilusión, de entrega... y también días de persecución, de angustia, de estrecheces económicas y hasta hambre, pero como nos ha dicho en el Pórtico la beata Francisca, su fundadora, nunca las abandonó su Esposo, más aún, siempre “las trató con inmenso cariño” y “puso en sus dedos anillos preciosos”.